A tu voz dispongo mis más bajos instintos asesinos,
Esta sed de sangre cada vez que alguien te lastima,
Cuando hay quien se atreve a robarte un suspiro.

Te encontré donde no te buscaba, cuando no esperaba saber de ti ni del amor que en tu corazón cual promesa guardas. Estábamos como hoy, en un mundo distinto al de resto.

¿Recuerdas?, ¿la noche?, ¿las palabras perdidas?.

En tu juventud encalló mi vida, en el secreto de tu risa, en el porqué de tu todo que poco a poco curaba mi pasado, me declare al instante perdido en la inocencia de tu mirada, en su forma de avisar un beso que no llegará. Supe era tiempo de quemar las naves, de defender con vida y muerte la cabeza de playa conseguida bajo aquella luna.

No desistir, no retroceder, fueron consignas inmediatas, no olvidar fue en tu libertad donde te entregue mi pensamiento. Sé faltan tantas batallas, pero ninguna más grande que nuestra voluntad, distancia mayor a un pensamiento, o destino distinto al que forjemos, por ello y por un nosotros, esta guerra es nuestra, y su final un capítulo más de nuestra historia.

Roberto Arenas, ‘Paroxis’.