Son tiempos difíciles -lo cual es decir lo obvio-,
Vivir pareciera un lujo y no ya un derecho,
Mientras las balas están a precio de descuento.

Cuesta respirar, el humo de la traición y del odio asfixia,
Nos llena los pulmones de miedo, de desesperanza,
Y nos sentimos indefensos, sin saber quienes son los buenos
-Sin saber siquiera si aún quedan buenos-.

Morimos, uno a uno, sin orgullo ni propósito,
Morimos en nosotros mismos, cerrando los ojos a la realidad,
Culpamos, por impotencia o por ignorancia, culpamos a todos,
A los que trajeron la guerra a nuestras calles,
Justo en nuestros tiempos, sin preguntarnos, sin avisarnos.

De pronto, nuestros vecinos resultaron ser seres sin escrúpulos,
Asesinos tan salvajes como nunca habían sido vistos en estas tierras,
Fieras con sed de muerte, de dolor ajeno, de llantos.

Nos quedamos paralizados,
No sabíamos -ni sabemos- como un humano nacido de una madre,
Se convertía en la peor de nuestras pesadillas,
¿Fuimos nosotros sus creadores?, ¿la indiferencia, la pobreza?.

Difícil creerlo, más cuando te enseñaron uno es dueño de su destino,
Que “Libertad” es una decisión personal, ajena al mundo y a la sociedad,
Pero sin embargo, aquí están entre nosotros, los “sin nombre”.

Somos ya pocos, demasiados pocos, ellos cada vez más,
Y entre nosotros un país incapaz de abrir los ojos,
Donde el instinto de sobrevivencia se ha refugiado en la cobardía
En cuya consecuencia está el heredar a nuestros hijos lo que hoy vivimos.

La estrategia del miedo está ganando, y eso aterroriza,
Empezamos a desconfiar existirá un mañana, o un “nosotros”,
Queremos “Paz”, pero no sabemos si la merecemos, si es tiempo de ella,
Si podremos ser sociedad, o si es necesario un volver a empezar,
Una última primera revolución, por ideales y espíritu,
Una “Paz” conquistada, no impuesta, mucho menos una “Tregua”.

Ceder ante quienes no respetan la vida es igual a perder,
Y si perdemos… perdemos todo.

Roberto Arenas, ‘Paroxis’.